Generosa hasta el final. Tina Turner, fallecida ayer en su casa suiza a los 83 años, se distinguió por ser una mujer fuerte, superviviente a los malos tratos de ex marido Ike y de una simpatía arrolladora.

Los últimos años de la vida de la reina del rock fueron tremendamente complicados porque su salud cayó indefectiblemente hasta el sabido desenlace. Durante la última década tuvo un derrame cerebral, un cáncer colorrectal, hipertensión e insuficiencia renal crónica.

Consciente de que ya no había remedio, la intérprete de What’s Love Got to Do With Itrelató su experiencia que acaba de ser publicada en la web Show your Kidneys Love. Consciente del poder de su imagen creyó que la mejor manera para contribuir a que la gente se cuide era contando su propia historia. Cuando en 1978 le diagnosticaron hipertensión no le dio mucha importancia. Se descuidó y no se puso en manos de profesionales hasta que en 2009 sufrió un derrame cerebral “debido a mi hipertensión mal controlada”.

Se puso en manos de especialistas para controlar la enfermedad con una medicación adecuada, pero no tardaron en surgir efectos secundarios como fatiga, irritabilidad y náuseas. El segundo gran error que cometió fue hacer caso a un amigo que le recomendó un homeópata de Francia que prometía que todos esos síntomas desaparecían. Pero nada más lejos de la realidad.

La cantante suiza -renegó de la nacionalidad estadounidense- intentaba relajarse en su impresionante castillo en Küsnacht, una pequeña localidad cercana a Zúrich a orillas del lago. En todo momento estuvo protegida y amada por su esposo, Erwin Bach (67), ex ejecutivo de la discográfica EMI para Europa, a quien conoció en un aeropuerto alemán en 1985. Su conexión fue tan especial que enseguida surgió el amor. Tras 27 años de relación decidieron casarse por lo civil en 2013 ante la presencia de 120 invitados, entre ellos, sus íntimos amigos David Bowie, Giorgio Armani y Oprah Winfrey.

Tres semanas después sufrió el derrame, en 2016 le diagnosticaron el cáncer que supuso un deterioro físico y mental y, para colmo de males, tuvo que someterse durante meses a diálisis. Tina explicaba que “me di cuenta de que la lucha por la curación también es siempre una lucha por la información precisa. Por ejemplo, no sabía que la insuficiencia renal crónica se denomina ‘el asesino silencioso’ ya que los síntomas no se notan hasta que se pierde un 80% del tejido renal”. Y, justamente, la hipertensión es una de las causas más habituales de insuficiencia renal.

En 2017 su marido le donó uno de sus riñones. Como a veces ocurre en este tipo de procedimientos, su cuerpo intentó rechazar el riñón del donante, lo que provocó ingresos hospitalarios cada vez más frecuentes. “Seguía sintiendo náuseas y mareos, olvidaba cosas y tenía mucho miedo”. En su autobiografía My love story relató que debido a este sufrimiento pensó en la eutanasia, por lo que se apuntó en una lista de una organización suiza que guía a la gente.