Ni de la pandemia salimos mejores, ni el fondo anti crisis, ni el presupuesto provincial. Ninguna de las “excusas” que pudo utilizar el gobierno provincial para invertir en educación estuvieron en la cabeza de algún ministro.
Es más fácil reconstruir un viejo Club Social, hacer un cabildo y una casa de Tucumán en el medio de la nada o un estadio de fútbol con similar capacidad a uno ya existente muchos años antes.
Durante los meses en que la situación epidemiológica permitía encuentros sociales, pero no clases presenciales, se pudieron haber buscado soluciones a los problemas que transitan los colegios públicos.
Los padres de la escuela Arístides Bratti debieron hacer pública su situación porque no tienen ni alguien a cargo del colegio, ya que falta el nombramiento. A esto se suman los docentes que faltan en catorce cursos para distintas materias. La falta de interés del gobierno de Rodríguez Saá es total.
En febrero no se preocupó por la seguridad cuando fueron robados los routers de la misma escuela, ni lo hizo cuando sus propios técnicos instalaron mal la conectividad del colegio, sin hablar de que estuvieron dos meses sin Wi-Fi.
Hace semanas que no se sabe nada de la ministra de educación, así como no se sabía donde estaba el gobierno ante la falta de calefacción del Santiago Besso hace años o la actitud totalitarista que tomó el gobernador con el paro docente de 2011.
La discontinuación del programa de netbooks, la paritaria anunciada a libro cerrado, la consulta de que docentes estaban vacunados y cientos de capítulos son parte de la historia de Rodríguez Saa con la educación. Hoy el gobernador llegó al millón de situaciones intolerables.