La política perfecta no puede existir, ya que dependería de que cada individuo sea perfecto, lo cual supondría ser dioses y eso, es imposible.
Lo que hay son gestiones más justas, que luchan para garantizar espacios de libertad y que prevalezca la dignidad de su gente por sobre cualquier adversidad, intentando trabajar y recomponer muchas veces los errores del pasado cometidos por actores irresponsables, pero que aún asi, son criticadas desde un ideal perfecto por parte de personas o sectores partidarios que no sabrían siquiera como actuar para alcanzarlo.
Es cierto que todo funcionario está y debe estar sometido a controles sociales más o menos rigurosos que permitan exigirle responsabilidades de muy diversa índole en relación con sus actos, es por eso que existe una imperiosa necesidad de establecer principios éticos bajo los que éste pueda desenvolverse.
Lo que también es cierto, es que por parte del resto de la sociedad se debe actuar con los mismos estándares éticos posibles cuando se presenta la necesidad de reclamar o peticionar, para no caer en un estado de naturaleza desenfrenado e inmoral. Todos somos pueblo y gobierno, los candidatos de mañana pueden ser los que hoy actúan fuera del marco moral que establece los límites de las buenas costumbres y eso, es importante de considerar.
Debemos tener en claro que la perfección no es posible, porque significaría que ya nada puede mejorarse y, en la vida social, todo puede y debe mejorar, principalmente a través de la construcción de un espíritu crítico regulado por la prudencia, sin dejarse encandilar por las falsas promesas de salidas fáciles. Todo se edifica con sacrificio y con planes estratégicos de trabajo, lo cual requiere tiempo.
Por esto, el uso racional de nuestros pensamientos debe ser el que determine el grado de proporción relativa a la intensidad de la demanda, las emociones nunca podrán ser separadas de nuestras motivaciones, pero pueden ser canalizadas al sentido más analítico y reflexivo.
Como bien sabemos, la realidad de nuestra Ciudad no está exenta del principio de “imperfeccion” instituido por la diversidad y dinámica propias de una sociedad, pero lo que dificulta aún más acercarnos a establecer un mínimo democrático en el funcionamiento político, es la existencia, además, de muchos factores que responden al grado de irreponsabilidad que un Estado provincial ausente ha tenido con nuestro gobierno local, el cual enfrenta las más que evidentes limitaciones de recursos y medios técnicos para poder desarrollar soluciones ante los contratiempos que nos toca atravesar.
Hoy vivimos días difíciles en nuestra amada Villa, nos faltan muchas cosas, pero más aún, nos falta el agua, y no solo como consecuencia de las inclemencias de la naturaleza. Es comprensible el enojo, es entendible la bronca y la impotencia que nos hace sentir el hecho de carecer de un recurso más que esencial para la vivir y, que quienes tienen los medios y el poder para acabar con el sufrimiento, solo miran hacia un costado.
Lo verdaderamente inadmisible, es que algunas personas utilicen un problema tan sensible como este para descargar sus rabias personales o politizar el asunto con intereses que van más allá de la búsqueda del bienestar general. Surgen desde las sombras de manera cobarde, como figuras públicas autoproclamadas y oportunistas que aprovechan cualquier circunstancia para “manifestarse”, o peor aún, adjudicarse falsos logros, actuando de manera ridícula y completamente ignorantes del funcionaminento formal de las instituciones, a la vez que proponen soluciones mágicas inalcanzables por las vías que arengan.
Es preocupante la aparición de actores que ejercen de manera premeditada su trabajo de desestabilización, accionando como verdaderos promotores del caos, con el único fin de entorpecer la gobernabilidad, prometiendo salidas utópicas y rápidas a problemas que requieren un tratamiento mucho más complejo y, que incluso cuando otros modelos de gestión estuvieron al frente del poder unipersonal municipal, no se pudieron resolver.
Es por esto que, cuando alguna parte de la sociedad es arrastrada por estos discursos malintencionados y de alto contenido demagógico, se comienza a juzgar desde un ideal de política perfecta y caemos entonces en la irracionalidad y la falacia. Como sociedad, terminamos siendo verdugos de lo que podría ser una gestión de gobierno justa y comprometida, que posiblemente ha logrado mucho más de lo que se percibe o se comprende haciendo uso del tiempo y los recursos que ha tenido a disposición, intentando motivar el resurgimiento de su comunidad de las cenizas del olvido y la indiferencia.
El Municipio de Merlo ha sufrido y sufre el abandono y la impericia por parte del gobierno provincial. Soporta muchos tipos de perjuicios y calumnias cada vez que es representado a través de un modelo politico opositor al oficialismo como lo es el actual, debiendo padecer la soledad y los tormentos que muchos de los estados locales viven en esta provincia: el castigo por pensar diferente.
Nuestra bella Villa de Merlo, el diamante turístico de la provincia, por mucho tiempo fue borrado del mapa de San Luis. La promoción de la industria turística, principal fuente de ingresos económicos de nuestros habitantes, supo ser eliminada de los anuncios oficiales de incentivo turístico, siendo preciso mencionar que hoy, solo se promocionan por este medio lugares de dominio provincial dentro del ejido municipal. Considerando además que, en la actualidad, la pauta publicitaria en este aspecto no incluye a nuestra localidad, salvo cuando se destine a promover algún evento autorizado desde la pluma del gobernador en edificios que se encuentran bajo el control del Ejecutivo provincial, siendo una evidencia objetiva del nivel de intolerancia para con la comunidad merlina con el que éste se desempeña, golpeando siempre donde duele y socava.
No es justo desviar el foco del reclamo. Nuestra autonomía no pueden ser pisoteada por no someternos a aceptar que el más fuerte siempre debe ganar. No se trata de una cuestión de orgullo, sino de dignidad y respeto hacia nuestra identidad. No existe negociación donde una de las partes debe salir dañada. No hay acuerdo justo en donde se impone por la fuerza, el camino a tomar para recibir la asistencia necesaria.
Tener que “besar los pies” de quien por obligación debe proveer, es indignante, pero lo es aún más, ver que al mismo tiempo que se niega o retrasa el apoyo, se destinan enormes cantidades de recursos a obras innecesarias y por demás inoportunas, como una señal de “puedo, pero no quiero”, mientras no exista sumisión.
No hay dudas de que muchos líderes y dirigentes políticos están realmente preocupados por la búsqueda de un futuro prospero para su pueblo y es el propio sistema democrático el que debe recompensar a los que son sinceros en ese compromiso mediante sus mecanismos intrínsecos.
Saber identificar al líder adecuado, que trabaja incansablemente para dar lo mejor a su pueblo enfrentando distintas adversidades, aún cuando recibe la opresión de poderes que asfixian y limitan, es una tarea que la sociedad merlina debe hacer con extremado recato, sabiendo que de eso dependerá la prosperidad a futuro y nuestra libertad. Aunque lleve tiempo transitar hasta los resultados, es el mejor camino que podemos optar.
La posibilidad de elegir a nuestros representantes materializa el hecho de que depender del pueblo es, sin duda alguna, el freno primordial e indispensable sobre el gobierno, pero para que sea efectivo, es responsabilidad nuestra saber discernir, para poder emitir a conciencia el desacuerdo o el acompañamiento desde una mirada racional y proporcional, nunca desde lo caprichoso y lo imaginativo.
Debemos tener en claro que el sistema político democrático tiene como pilar la legitimidad que se nutre cuando el Gobierno trata de solucionar los grandes problemas y trabaja con honestidad y objetividad en el ejercicio de la función pública, teniendo siempre como meta el bien común. Pero para esto, los funcionarios deben necesariamente actuar con una ética de la función pública, lo que, tal como se ha venido describiendo, no es una característica inherente al oficialismo sanluiseño.
Es posible que los políticos piensen mucho en sí mismos, pero, en algún momento, deben confrontar su acción con la discusión y con la aprobación pública. Es la sociedad la que, en definitiva, tiene el papel fundamental en hacer que los dirigentes se muestren realmente preocupados por erradicar las injusticias.
Aún cuando en la dirigencia existan intereses particulares en esta materia, a la larga necesitan el apoyo de los ciudadanos. Ese es el valor de la democracia en la búsqueda de justicia, más no el hacerla por mano propia o a través de la violencia que solo prolonga el conflicto e imposibilita consolidar consensos que ayuden a avanzar hacia un bienestar común.
Sin el respeto ni la aceptación por uno mismo no se puede aceptar ni respetar al otro. La educación es la base para la democracia y la democracia se define y se vive desde la emoción, desde el deseo de convivencia en un proyecto común de vida y es ahí donde debemos comenzar.
Debe prevalecer una educación que permita vivir en la responsabilidad individual y social, que aleje el abuso y traiga consigo la colaboración para construir un proyecto a través de una “inspiración común”. Así, las distintas ideologías simplemente serían lo que deben: miradas diferentes sobre un proyecto universal, pero sólo cuando se desarrollan de manera saludable y sin la bochornosa politiquería que tanto daño hace a la convivencia social.